“Tomó pues Jehová Dios al hombre y lo puso en el huerto del Edén, para que lo labrara y lo guardase” (Génesis 2: 15).
“Pídeme y te daré por herencia las naciones y como posesión los confines de la Tierra” (Salmos 2: 8)
Vivimos en un mundo donde se ha popularizado la idea de ganar dinero fácil, muchos viven levitando en espera de un azar de las circunstancias que les permita ganarse su primer millón (de dólares). Las actividades ilícitas de las drogas, narcotráfico, estafa con maniobras financieras son muchos de los atajos a los cuales recurren las personas para hacerse a gran cantidad de dinero. Pero lo que de ello se deriva es dolor, violencia, maldad y pesar, frente a ello la Biblia dice lo siguiente:
“La bendición del Señor es la que enriquece, y Él no añade tristeza con ella” (Proverbios 10: 22, La Biblia de las Américas © 1997 Lockman).
“Los tesoros mal adquiridos no aprovechan más la justicia libra de la muerte” (Proverbios 10: 22, La Biblia de las Américas © 1997 Lockman).
“Mejor es lo poco del justo, que la abundancia de muchos impíos” (Salmo 37: 16, La Biblia de las Américas, 1997).
“La fortuna obtenida con fraude disminuye, pero el que la recoge con trabajo la aumenta”. (Proverbios 13: 11, La Biblia de las Américas, 1997).
“La herencia adquirida de prisa al principio, No será bendecida al final” (Proverbios 20: 21).
La Biblia presenta otra ruta.
La ruta va desde el trabajo honrado, honesto y diligente, pasando por el ahorro, la planeación, la inversión hasta llegar a las riquezas acumuladas de manera ética.
Trabajar
La laboriosidad y la diligencia son altamente recomendadas en la Biblia para generar abundancia o mejorar el estilo de vida. Dios mismo le dio instrucciones al hombre para que trabajara, Dios instaló a Adán en el Edén para que lo labrara y lo guardase (Génesis 2: 15).
La Biblia dice que Dios trabajó seis días para crear el mundo y al final dijo: que era bueno en gran manera, ello indica que si algo se quiere lograr se debe trabajar. Por ello la Biblia nos insta a trabajar y a no ser perezosos:
· “El deseo del perezoso lo mata, porque sus manos rehúsan trabajar” (Proverbios 21: 25).
· “La mano de los diligentes señoreará; más la negligencia será tributaria” (Proverbios 12: 24).
· “El alma del perezoso desea, y nada alcanza; más el alma de los diligentes será prosperada” (Proverbios 13: 4).
· “Pobre es el que trabaja con mano negligente, más la mano de los diligentes enriquece” (Proverbios 10: 4).
La Biblia también nos invita a hacer las riquezas por métodos apropiados “Las riquezas de vanidad (se puede entender como especulación, riquezas volátiles) disminuirán; pero el que recoge con manos laboriosa las aumenta” (Proverbios 13: 11). Este texto guarda relación con Proverbios 20: 21. “La herencia adquirida de prisa al principio, no será bendecida al final”. El cristiano debería orientar la consecución de sus riquezas basado en métodos legales y no cuestionables; la cultura de la especulación ha hecho carrera en la sociedad, esta ruta tiene una línea muy delgada que la separa de lo cuestionable; al lado de la especulación crece también una subcultura del dinero rápido y fácil, el sabio Salomón nos advierte frente a la “herencia adquirida de prisa”, es decir, dinero rápido y fácil, puesto que esta no será bendecida al final.
Dios estableció el trabajo como actividad orientada a generar recursos. Él mismo creó y plantó un huerto (Génesis 2: 8-9); es decir, la primera actividad generadora de ingresos la estableció Dios; Él estableció una plantación que le generaría recurso a Adán (Génesis 2: 9); luego le dice a Adán que continúe con la actividad productiva, esto es, evidente en el capítulo 2 versículos 15 y 16: “… Tomó pues Jehová Dios al hombre y lo puso en el huerto del edén, para que lo labrara y lo guardase”. Este es el comienzo de un principio universal para generar recursos (dinero o especie), es decir, es el trabajo el que genera recursos, valor agregado. En Eclesiastés (9: 10) se hace un llamado proactivo a trabajar, “todo lo que te viniere a la mano para hacer hazlo según tus fuerzas (…)”.
El mismo Jesús escribió sobre la necesidad de trabajar, de hacer rendir los recursos con trabajo; él habla de una base capital (entiéndase capital inicial) para que se trabaje; en el Génesis el capital inicial es un huerto; en San Mateo 25: 14-30 y Lucas 19: 11-27 el capital son talentos o minas, a partir de los cuales se debe trabajar y hacer rendir. Es importante hacer la aclaración que en los días de Jesús no se llamaba talentos a las habilidades humanas para hacer algo; por ello, cuando Jesús se refiere a talentos, en el contexto de la época se refiere a una moneda que se usaba en la época. Jesús le dio una reinterpretación al concepto, sin embargo, las dos aplicaciones resultan claras en su parábola (ver cuadro de explicación conceptual de los talentos).
El talento (del griego τάλαντον, talanton que significa balanza o peso) era una unidad de medida monetaria utilizada en la antigüedad. Tiene su origen en Babilonia pero se usó ampliamente en todo el mar Mediterráneo durante el período helenístico y la época de las guerras púnicas. En el Antiguo Testamento, equivalía a cerca de 34 kg, y en el Nuevo Testamento, a 6000 dracmas, o lo que es lo mismo, 21 600 gramos de plata.
Era el peso aproximado del agua necesaria para llenar un ánfora (alrededor de un pie cúbico). Un talento griego o talento ático se correspondía con unos 26 kilos, un talento romano con 32,3 kilos; el talento egipcio con 27 kilos, y el talento de Babilonia con 30,3 kilos. En el antiguo Israel, se adoptó inicialmente el talento de Babilonia, pero fue modificado posteriormente. El talento pesado del Nuevo Testamento eran unos 58,9 kilos.
En el siglo III a. C. es utilizado expresamente en los tratados entre Roma y Cartago, sobre todo el talento ático, o bien eubeo, equivalente a aproximadamente 27 kg, y dividido en 60 minas de 60 siclos (o cien dracmas) cada mina. El peso de las monedas y los quilates varían, lo mismo que su división: decimal, duodecimal o sexagesimal.
Durante un tiempo existieron en las regiones mediterráneas dos tipos de monedas básicos: el ático (6 óbolos = 1 dracma, 100 dracmas = 1 mina, 60 minas = 1 talento), que más tarde fue adoptado por Roma, y el cartaginés (60 shekels = 1 mina, 60 minas = 1 talento), que se mantuvo vigente durante mucho tiempo en el periodo ptolemaico de Egipto. Esta unidad monetaria del mundo antiguo es una de las que más fama ha adquirido dado que protagoniza una de las más populares parábolas del evangelio (De los Talentos) Mateo 25: 14-30, Lucas 19: 11-27. De la interpretación de esta parábola deriva inteligencia, (capacidad de entender), aptitud (capacidad para el desempeño o ejercicio de una ocupación) dadas como primeras acepciones por la RAE para este término en lengua española, al igual que en otras lenguas como el inglés. (Wikipedia, 2013).
De lo anterior, es clave concluir que Jesús usa la parábola para decir que la dotación dada al ser humano no es solamente la dotación natural, es decir, los recursos de flora y fauna y otros materiales de la naturaleza, con la cual se generan ingresos, que para la época eran monedas llamadas talento; sino que la dotación es también personal, el mismo ser humano está dotado de capital humano, son habilidades que puede usar para hacer rendir los recursos y emplearlos para el avance del Reino de Dios.
Esa es una de las interpretaciones que se pueden derivar. Sin embargo, hay un principio claro detrás de todo esto, Jesús confirma que es el trabajo el medio establecido por Dios para generar ingresos. Por ello son felicitados quienes negocian, se podría decir que realizan una actividad para hacer rendir el dinero. Lo cual deja claro que hacer negocios para un cristiano no es malo y además fue proclamado por Jesús, según la parábola “… negociad entre tanto que vengo”, ya sea si se aplica a los negocios del Reino de Dios o los negocios que honradamente realizan cristianos en este mundo y de los cuales contribuyen para la causa de Dios. Un negocio temporal para un cristiano debe cumplir también la finalidad de servir a los negocios del Reino de Dios.
En la parábola, se entrega un capital económico a unas personas; así como se entregó un capital natural a Adán y Eva, es decir, el huerto; en ambos casos, tanto Adán como los siervos de la parábola debían hacerlo rendir trabajando. Al siervo que no trabaja y no hace rendir el dinero se le quita lo que se le dio, y es obvio que, cuando no hay trabajo, no se puede producir nada, y, aun lo que tenemos en la casa, nos vemos abocados a salir de ello para cubrir nuestros gastos.
El sabio Salomón puso a las hormigas como ejemplo de laboriosidad para aquellos que tienden a ser perezosos: “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; la cual no teniendo capitán, (…) prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento (Proverbios 6: 6-8, Reina Valera Gómez, 2010).
El trabajo es lo que genera frutos dice la Biblia, algunos economistas (Smith, 1776, y David Ricardo, 1817), afirmaron que el trabajo es lo que produce riqueza; esto tiene soporte bíblico. La Biblia enseña con toda claridad que no trabajar conduce a la pobreza. El trabajo es el que permite generar recursos, de hecho, el apóstol Pablo dio la orden: “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3: 10); y seguidamente dio la recomendación a los cristianos que están desocupados que se pusieran a trabajar para ganarse la vida (2 Tesalonicenses 3: 12-13). A Dios no le gusta para nada la holgazanería, que conduce a la pobreza. En repetidas ocasiones invita a trabajar. Proverbios 14: 23, dice: “En toda labor hay fruto; más el hablar y no hacer, empobrece”.
Ahorrar
El ahorro puede entenderse como guardar dinero como previsión para necesidades futuras, evitar un gasto o consumo mayor.
“Tesoro precioso y aceite hay en la casa del sabio, pero el necio todo lo disipa” (Proverbios 21: 20). Disipar tiene que ver con malgastar, no se puede avanzar en la ruta de la riqueza si todo lo ganado se esfuma y se derrocha en una vida disoluta o en un desorden de vida personal.
El ahorro como principio bíblico para alcanzar la riqueza, es descrito en Génesis 41: 34. Cuando José instruye al faraón para que en tiempos de abundancia guarde y ahorre la quinta parte de lo que recojan o les ingrese, ello equivale el 20 % de sus ingresos. De aquí se desprende un principio universal que es enseñado por muchos expertos en finanzas personales: el principio dice que toda persona debería ahorrar mensualmente el 20 % de sus ingresos.
Planeación
El paso siguiente cuando se tienen recursos ahorrados es planear en qué invertirlos, para hacerlos rendir y no perder su poder adquisitivo. “Los planes bien pensados: ¡pura ganancia! Los planes mal pensados: ¡puro fracaso!” (Proverbios 21: 5, NVI).
En Lucas 14: 25-31:
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que, una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: ‘Este comenzó a edificar y no pudo terminar’. ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres pueden enfrentar al que viene contra él con veinte mil?
Jesús habla de un principio fundamental, a saber, debemos planificar antes de realizar una versión o tomar una decisión.
Invertir
En la parábola del dinero en san Lucas 19: 12, NVI, Jesús habló de la necesidad de invertir el dinero; menciona que el señor le dice a los siervos “negociad entre tanto que vengo”; y efectivamente todos los que invierten ganan, menos uno que esconde el dinero (sin hacerlo rendir), a lo cual el señor le dice “siervo malo y negligente porque no pusiste mi dinero (por lo menos) en el banco para que al regresar pudiera reclamar los intereses” (San Lucas 19: 23) (palabras en paréntesis fuera de texto). Obviamente, tenemos que admitir que el dinero en el banco es una inversión, aunque no sea la más rentable, pero por lo menos como lo muestra la Biblia se podían reclamar los intereses. Esto se puede hacer a través de CDT y otros productos bancarios de renta fija y variable.
La inversión es necesaria para mantener el valor del dinero en el tiempo y para incrementarlo, multiplicarlo; eso muestra la Biblia cuando dice que los siervos del hombre rico, hicieron negocios (inversiones): el primero, lo incrementó diez veces más; el segundo, obtuvo ganancias de sus inversiones multiplicándolas por cinco. Esto es lo que se llama buena inversión del dinero. Muchos hombre de negocios o empresarios estarán de acuerdo con la Biblia en que si una inversión puede rentar hasta multiplicar el capital inicial por cinco y hasta por diez veces, es una excelente rentabilidad. Eso es lo que dice San Lucas 19: 12-19.
¿Está la Biblia a favor o en contra de las riquezas?
Algunas personas sienten verdadera preocupación por un texto bíblico que parece estar en contra de la riqueza y de los ricos. El texto se encuentra en san Lucas 16: 13. “Ningún siervo puede servir a dos señores, porque a uno lo odiará y al otro lo amará. O bien, estimará a uno y menospreciará al otro. Así que ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas”.
El texto seguramente no está refiriéndose a que ser rico sea algo malo o esté prohibido para el cristiano, puesto que la misma Biblia enseña que Dios da poder para producir las riquezas (Deuteronomio 8: 18, Nueva Versión Internacional); Job uno de los más fieles patriarcas de Dios fue rico (Job 1: 3); Abraham, el padre de la fe, ero rico, digo mejor, riquísimo (Génesis 13: 2-6). Sin embargo, cuando se lee el texto de San Lucas, no deja de sentirse alguna inquietud.
Para el lector desprevenido puede parecer que Jesús prohíbe las riquezas, al decir: “no podéis servir a Dios y las riquezas”. Para otro lector, que sin ir más profundo quiera hacer comparación entre el texto de Lucas 16: 13 y Deuteronomio 8: 18 y otras evidencias bíblicas, pareciera presentarse una contradicción, puesto que en un lado la Biblia menciona que Dios da poder para hacer la riqueza y en otro lado dice Jesús que no podemos servir a dos señores, y, en tal sentido, debemos servir a Dios o a las riquezas.
Las normas de interpretación bíblica plantean que cuando dos textos bíblicos muestran contradicción, dicha contradicción solo es aparente y se explica por la limitada capacidad de los seres humanos en encontrar la coherencia. En ese orden de comprensión, los textos aludidos de Mateo y Deuteronomio respecto a la riqueza, contienen una aparente contradicción que es preciso dilucidar. En consecuencia, es conveniente plantear lo siguiente:
1. Los textos no se refieren a lo mismo.
2. Mientras que Deuteronomio se refiere a la producción u obtención de las riquezas (8: 18, NVI-NVT),[1] esto obviamente no es malo, tanto que el texto dice que Dios da poder para ello y Él no puede dar este poder para hacer lo malo.
3. Por su parte, el texto de Mateo se refiere a la administración de la riqueza, dicho de otra manera, al control de ella. Todo está bien cuando podemos administrar y controlar adecuadamente las riquezas, pero todo está mal cuando la riqueza controla nuestra vida y nos hacemos sus siervos y esclavos.
Algo no está bien cuando el dinero nos controla y nos pone a hacer cuanto haya que hacer para orbitar alrededor de él, es entonces cuando estamos sirviendo a las riquezas, es allí cuando Jesús dice: “no podéis estar al servicio de Dios y al servicio de la riqueza al mismo tiempo” (Lucas 16: 13, Biblia Latinoamericana). Material, física y espiritualmente es casi imposible.
La persona puede estar bajo el control de Dios y ser rica, puesto que aplica las reglas del Reino para los negocios; pero resulta casi imposible que alguien esté controlado por el dinero, sea siervo del dinero y sirva apropiadamente a Dios porque el siervo sigue las órdenes de alguien a quien se debe. El dinero, como lo describió Francisco de Quevedo, es un poderoso caballero. Él escribió en prosa así: “Madre, yo al oro me humillo, Él es mi amante y mi amado, pues de puro enamorado, anda continuo amarillo. Qué pues doblón o sencillo. Hace todo cuanto quiero, poderoso caballero, es don Dinero” (Quevedo, 2000).
Todos conocemos lo que es capaz de hacer la gente por dinero, la sociedad ha elevado el dinero al máximo nivel de la escala de valores (o será mejor decir antivalores) de suerte que, todas las demás aspiraciones humanas parecen capitular ante esta; lo que era un medio para conseguir fines, se convirtió en un fin en sí mismo; tanto que se podría decir, que no hay mal, cuyo móvil o efecto inicial, intermedio o final no involucre el amor al dinero; Este es la raíz de todos los males (1 Timoteo 6: 10).
Lo que Jesús quiso decir en Mateo es que sus seguidores deberían ser siervos dependientes de Dios y no de las riquezas, que son pasajeras, de hecho José de Arimatea era rico y discípulo de Jesús, le servía y no estaba controlado por la riqueza.
Tener dinero (ser rico) es perfectamente compatible con seguir a Dios (Job y Abraham) si la persona tiene su confianza en Él y no en las riquezas; dado que lo malo, no es el dinero, sino el amor al dinero, el aferrarse tanto a lo material, cifrando sus esperanzas y confianzas en esto y no en Dios; eso es lo malo, puesto que quebranta el primer mandamiento que prohíbe tener otros dioses delante de Dios; el creador es desplazado de la primacía porque el ser humano pone su confianza en creaciones humanas(el dinero) y no en Dios.
Al respecto, es pertinente recordar que las riquezas son efímeras, en cambio Dios es para siempre. “A los ricos de este mundo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas inciertas, sino en el Dios vivo, quien nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1 Timoteo 6: 17, Reina Valera Gómez).
La Biblia narra la historia del rico que puso su confianza en la riqueza y no en Dios (Lucas 12: 13-21). El texto dice: “Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años” (Lucas 12: 19), esto supone que el rico había cifrado sus esperanzas y confiaba en que sus riquezas lo sostendrían por muchos años, ni siquiera incorpora la acción de Dios dentro de sus consideraciones; en este modelo de vida, el dinero lo es todo y, según el rico, garantizaba la tranquilidad de su alma.
En la historia, Dios le advierte al rico, lo equivocado de su enfoque y le muestra que lo que tiene guardado no podrá protegerlo de la muerte, que precisamente esa noche deberá enfrentar (Lucas 12: 19). El ser humano debe despertar a la realidad, que el dinero no podrá protegerlo contra la muerte, contra un accidente aéreo, ferroviario o un naufragio. Esto nos recuerda ese programa “Mil formas de morir” del canal Infinito, allí se muestra, la vulnerabilidad a la que estamos expuestos los seres humanos. El dinero no podrá comprarnos la vida, solo la confianza en Dios nos puede mantener seguros en este mundo y ayudarnos a trascender a la inmortalidad.
La confianza en el dinero nos ata a lo efímero y como el rico en un día podemos perder la vida y no disfrutar de la riqueza o perderla y quedarnos sin nada, si no hemos depositado nuestra confianza y esperanza en Dios. Por eso, el escritor bíblico nos comenta que nuestra heredad más segura es Dios (Ezequiel 44: 28).
La historia de Job nos muestra que en un día podemos perder todo, aun nuestra salud; si nuestra heredad es el señor, si hemos servido a Dios y no vivimos al servicio (esclavo) de la riqueza, entonces Él suplirá todo lo que nos falte conforme a su riqueza en gloria en Cristo Jesús (Filipenses 4: 19). Finalmente, como sucedió con Job, Dios puede restaurar todo, la Biblia dice: “El señor bendijo los últimos días Job más que los primeros; y tuvo catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas, y tuvo siete hijos y tres hijas (…) Y en toda la tierra no se encontraban mujeres tan hermosas como las hijas de Job; y su padre les dio herencia entre sus hermanos (…) después de esto vivió Job ciento cuarenta años, y vio a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, hasta cuatro generaciones” (Job 42: 16, Biblia de las Américas).
Según el texto bíblico, la vida de Job se dividió en dos: antes de la calamidad y después de la calamidad. La primera parte de su vida muestra que él era rico (Job 1: 3); sin embargo, al compararla con la segunda fase (después de la calamidad) es evidente que sus posesiones se incrementaron 100 %, veamos el cuadro comparativo.
Cuadro comparativo de la vida de Job antes y después de la calamidad |
|
Posesiones y bendiciones en la primera parte de su vida |
Posesiones y bendiciones en la segunda parte de su vida |
7000 ovejas |
14 000 ovejas |
3000 camellos |
6000 camellos |
500 yuntas de bueyes |
1000 yuntas de bueyes |
500 asnas |
1000 asnas |
Hijas e hijas |
Hijos e hijas más hermosas que el resto de hombres y mujeres en su época. |
Fuente: Job, capítulo 1: 1-5, 10, y capitulo 42: 12-16.
La mejor herencia es Dios. En un día muchos habitantes de New Orleans perdieron todo, el huracán Katrina dejó una estela de tragedia a su paso. En un día, muchos habitantes de Japón en ciudades como Tokio, Fukushima, Kennishi, Seida, entre otras, lo perdieron todo, como resultado del terremoto y tsunami que afectó Japón en el año 2011; se estima que los costos del daño ascienden a los diez billones de dólares (Wikipedia, s. f.). ¡Cuánta pérdida en un solo día!
Según el Fondo Monetario Internacional, el daño causado por las catástrofes sería equivalente a entre el 3 % y el 5 % del PIB de Japón (2011), el organismo, asimismo disminuyó el crecimiento esperado para ese país, pasando del 1,6 % al 1,4 % (Canovas, 2012), y efectivamente, en los datos reportados, muestran que el PIB real de Japón se redujo 0,7 % en 2011 (Centro de Economía Internacional de Libertad y Desarrollo, 2012). El índice Nikkei de Japón presentó una caída de futuros del 5 % en el comercio del mercado secundario. Otros mercados bursátiles del mundo también sufrieron bajas por las consecuencias del terremoto; el mercado alemán DAX perdió un 1,2 % y cayó hasta los 6978 puntos en pocos minutos. El mercado bursátil de Bombay o Sensex de India también sufrió un retroceso del 0,84 % (Wikipedia).
Otra vez se aplica aquí el texto bíblico: el que “…teme al Señor y en sus mandamientos se deleita en gran manera (…) no temerá recibir las malas noticias, su corazón está firme confiado en el Señor” (Salmos 112: 1 y 7, La nueva Biblia de los Hispanos). No temerá de los vaivenes del mercado de valores, ni se angustiará con el pánico del mercado bursátil, cuando el valor de las acciones de muchas empresas se evaporan lentamente. Aunque humanamente surja la preocupación, su corazón está puesto en aquel que dijo “Porque yo sé los planes que tengo para vosotros (…) planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza” (Jeremías 29: 11, Biblia de las Américas), y añade: “… os abriré las ventanas del cielo, y derramaré para vosotros bendición hasta que sobreabunden” (Malaquías 3: 10, Biblia de las Américas).
La Biblia dice, que “el mundo pasa y sus deseos, pero quien hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2: 17, Reina Valera, 1960). Todas las posesiones materiales un día serán barridas. Cuando todo se esfuma solo queda Dios, por ello, la prioridad deben ser los negocios eternos, es decir, estos negocios deben ser el hilo conductor para que al hacer los demás negocios, podamos estar haciendo una sola cosa, es decir, trabajando en este mundo, pero atesorando para el Reino de Dios.
Un día la bolsa de valores podrá colapsar y si usted ha puesto su confianza en los hombres que manejan la bolsa y los vaivenes del mercado; tarde o temprano será defraudado. La Biblia dice “… maldito el hombre que confía en el hombre, y hace de la carne su fortaleza, y del señor aparta su corazón” (Jeremías 17: 5, La Biblia de las Américas).
Las riquezas son incompatibles con el cristiano cuando este pone su confianza en ellas y se hace siervo de las riquezas y no de Dios; pero también las riquezas son compatibles con el cristiano, cuando este pone a Dios en primer lugar, pone su confianza en Él. Por ello san Pablo escribe al joven Timoteo estas palabras: “A los ricos de este mundo manda que no sean altivos ni pongan la esperanza en las riquezas inciertas, sino en el Dios vivo, quien nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1 Timoteo 6: 17., Reina Valera Gómez).
[1] Versiones de la Biblia: Nueva Versión Internacional (NVI), La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, Nueva Versión Internacional, Nueva Traducción Viviente (NTV).
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